Para Fernando el Caminito era un ‘amor’. Probablemente lo decía porque, más allá del cariño que le inspiraban las personas involucradas en él, este proyecto reivindica los valores con los que Fernando se identificaba: el ecologismo, la gestión comunitaria y horizontal, el feminismo, la gestión ciudadana del espacio público…
Fernando siempre fue un idealista a pesar de haberse enfrentado a un contexto muy hostil en su juventud. Puede que haber conseguido esta pequeña conquista que es el Caminito supusiera para él una recompensa a sus continuos esfuerzos por contribuir a un mundo más humano.
Y es que Fernando fue quien supo mediar entre un gobierno municipal ajeno al ecologismo, y el grupo de ilusionadxs y empoderadxs quincemayistas que nos reuniamos regularmente para llevar a cabo esta acción política (teníamos serias dudas respecto a la vía legal, y la ocupación era nuestro plan B).
Y es que Fernando, a pesar de ser un progresista de los que no quedan, se había ganado el respeto y la confianza de las personas en la institución donde trabajaba (Ayuntamiento de Málaga) en general poco afines a su ideología. Porque antes que nada, Fernando era una persona extremadamente tolerante que sólo perseguía una cosa: el bien común. Esto lo reconocía cualquiera que tratara con él. Muchos pensarían que era un ingenuo o un iluso. Probablemente lo era.
Pero benditos ilusos que sueñan con mundos mejores.