En general, los huertos urbanos se entienden como lugares donde los aficionados a la horticultura, sobre todo gente mayor que ya antes tuvo un contacto con ella, emplean su tiempo libre de una forma sana.
Pero, ¿qué pasa cuando la huerta no es responsabilidad exclusiva de una persona sino de un grupo? De alguna manera
hay que organizarse para que todo funcione bien y haya un reparto eficiente y equitativo de tareas. Parece fácil, pero puede no serlo si no estamos acostumbrados a ello. En nuestro mundo, lo común es que hayan unos responsables que toman las decisiones por los demás. El ámbito laboral normalmente funciona así; unas personas organizan y deciden, otras cumplen las tareas asignadas. Ya nos parece natural. En la política hacemos
lo mismo. Votamos a un partido y dejamos que ese partido organice lo colectivo y establezca las leyes que rigen nuestras vidas.
Sobra decir que ese modelo de gestión de lo colectivo está fracasando y cada vez se hace más evidente que la participación ciudadana es necesaria. Pero, ¿estamos preparados para participar? ¿sabemos tomar decisiones colectivamente escuchando las diferentes posturas y adecuando la nuestra a ellas?
Quizás por haber estado demasiado tiempo sin hacerlo, hayamos perdido las habilidades necesarias. Pero es algo que todo el mundo puede hacer si se lo propone.
En el huerto El Caminito se planteó desde un principio que la gestión sería comunitaria. Porque se apostó por un modelo democrático de gestión de lo común. De esta
forma los que participan
en él no se sienten responsables de una parte solamente. Son copartícipes de la totalidad del proyecto, lo cual genera una relación más directa y cercana con el conjunto. Y pensamos que ello
debería ser extrapolable al barrio y la ciudad donde vivimos.
¿Y funciona? Sí que funciona. Dentro de poco el proyecto cumplirá dos años y se
plantea un montón de retos ilusionantes que incluso van más allá de los límites físicos donde se desarrolla. Ya no sólo se aspira a mejorar el espacio asignado al proyecto, sino que se pretende actuar sobre el entorno que lo rodea, regenerándolo para que se convierta en un lugar agradable para el disfrute de las vecinas y vecinos del barrio. Quizás éste sea un buen ‘caminito’ hacia esa Democracia a la que la inmensa mayoría aspiramos.